Cepram

TRES SILLAS

Una familia pequeña. Solo eran tres. Como las Tres Marías o los tres Reyes Magos o los Tres Mosqueteros, que en realidad eran cuatro.

Daniela nunca imaginó que una silla quedaría vacía. No estaba preparada para seguir sin su padre.

Su madre vestía de negro por fuera, pero parecía que nada le pasaba por dentro, después de casi treinta años que todos habían creído eran de amor. No hubo lágrimas ni gritos.

Y fue entonces que la sorprendió hablándole a esa silla vacía. La horrorizó escuchar los reproches que le hacía a él.

  • Nunca te perdonaré haberla traído sin haberlo conversado. Me la impusiste. Siempre los dos aliados en mi contra. La amaste más que a mí. ¿Cómo pudiste? ¿Por qué me obligaste a quererla cuando sabías, porque sé que lo sabías, que yo no la quería en mi casa? ¿Me preguntaste alguna vez si estaba de acuerdo en que se instalara como una reina entre nosotros? Y ahora te fuiste, y ella se quedó.

Pero… ¿A quién se refería? ¿A mí?

Cada pregunta, cada reproche la enfurecía más y más.

Y entonces lo hizo. Se levantó. La buscó en su rincón favorito. La alzó. La dejó en la calle y con un portazo selló el destino de Catita.

Regresó como si nada. Una sonrisa de satisfacción brillaba en su rostro ajado por los años y se sentó en “SU” silla.

BEA BOTTI

Taller Escribir para Perdurar

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