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SEDUCIR CON LAS PALABRAS 

La primera clase en mi   carrera docente, fue un desastre. Me paré frente a treinta niños  de séptimo grado de   esa escuela bilingüe, de alto nivel  socio económico y tuve la ingenua idea de  comenzar con la pregunta:

 “¿Qué hicieron en las vacaciones, fueron a pasear  a algún  lado?”, No había terminado de hablar, nunca iba a terminar e hablar…mi voz era acallada por las voces de los niños, los gritos y las risas, las peleas y las burlas, entre ellos, por supuesto. Yo no existía- Estaba dibujada contra el pizarrón, o desdibujada, diría .

Me había propuesto no gritar ni usar nunca la violencia para hacerme escuchar. Apostaba al aprendizaje voluntario, a la auto disciplina , generada por el interés. Me había munido de un gran caudal de conocimientos o de teoría para ser exacta. Ahora te quiero ver, me decía  a mí misma ¿Cómo se hace  para transmitir todo a estas cabecitas  que están  llenas  de estímulos mucho más atractivos  que el Sujeto y el Predicado, o el mapa de los ríos de  la provincia de Córdoba?

Debo aclarar que ese primer día aprendí sobre lugares para mí inalcanzables, como las Cataratas del Niágara, el Gran Cañón del Colorado, o la Estatua de la Libertad. Ellos sí habían estado allí.

Ahora, a través de los años entendí que, sin proponérmelo me fui muniendo de algunas claves para conquistar sus corazones y nutrir sus mentes. Yo debía seducirlos con mis palabras para que tomaran la decisión de escucharme, La primera clave; dejarme seducir por ellos.

Desde  ese primer  año cultivé el respeto por esos  seres, porque de ellos  aprendería  lo que era ser maestra.

Siguiente clave, antes de  enseñar yo debía conocer  lo que había en sus almas. Fue así que comencé a interesarme por sus vidas, lo que me reveló  no sólo la riqueza que  posee un niño, su inocencia, su  frescura, sino también, a veces, una gran orfandad, abandono  y falta de amor.

Comencé a interesarme yo, por lo que los motivaba. Las niñas, pre adolescentes, ya vivían dibujando corazones  en sus carpetas, así que me acerqué  y les enseñé a escribir cartas de amor y poesías. Los varones, a esta edad solo pensaban en la pelota. Pues, no me quedó otra opción que aprenderme los nombres de los jugadores de fútbol y mirar lo partidos por TV. Al día siguiente había que comentarlos. Me esperaban  al llegar a la escuela, para rodearme  y  me mareaban con sus comentarios, ya fuera de un partido importante  o del mismísimo Mundial  del 78.

Siguiente clave. Todos los temas de enseñanza tenían que contener algún dato de  deportes o  de actores de la TV.  Así  el sujeto de una oración podía ser  el personaje de Kun Fu  o  el gol de Kempes .Así podíamos trabajar  casi todas las materias.

 De modo que en la práctica, creo que fueron los alumnos los que me sedujeron a mí… porque yo, me había enamorado sin remedio.

De las cartas de mis alumnos:

“Miss Rosalía, yo sé que  usted y yo no nos entendimos, pero quiero que sepa que nunca voy a olvidar todo lo que usted nos enseñó para la vida.  Martín   “

“Señorita Rosalía, le escribo esta carta para decirle  que siempre la recordaré. Cuando Ud. se enoja porque nos portamos mal, yo le miro los ojos y sé que lo mismo nos quiere. María de los Ángeles«.

Rosalía González Curell

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