Cepram

MEMORIA II


En un rincón olvidado de la memoria, existe un personaje singular: el Señor Amnésico. Su mente es un laberinto de puertas sin manijas y ventanas tapiadas. Cada día, al despertar, se enfrenta al mismo dilema: ¿cómo recordar lo que nunca supo?

Un día, mientras paseaba por el parque del Olvido, el Señor Amnésico se topó con la Señora Memoria. Ella era una mujer de cabellos plateados y ojos centelleantes. Su risa resonaba como campanillas de cristal. “¿Cómo te llamas?”, preguntó él, con una sonrisa tímida.

La Señora Memoria alzó una ceja y respondió: “Me llaman Recuerdo, pero tú puedes llamarme Olvido”. “¿Por qué Olvido?”, preguntó él, intrigado. La Señora Memoria se encogió de hombros y dijo: “Porque soy la guardiana de lo que se desvanece. Mi deber es recordar lo que todos olvidan”. El Señor Amnésico la miró con asombro. ¿Era ella un ángel o un acertijo?

Así comenzó su extraña amistad. El Señor Amnésico y la Señora Memoria paseaban juntos por los callejones de Olvidoville. Él le contaba historias inventadas sobre su pasado, y ella reía con complicidad. “¿Recuerdas cuando fui astronauta?”, decía él. “Claro”, respondía ella, “ Y yo era la Luna”.

Una tarde, el Señor Amnésico le confesó: “A veces, desearía olvidar lo que nunca supe. ¿Es eso posible?”. La Señora Memoria lo miró con ternura y dijo: “Quizás el olvido es la única forma de recordar lo que realmente importa”.

Y así, entre risas y paradojas, el Señor Amnésico aprendió que los nombres no son más que etiquetas en un baúl de memorias. Y que, al final del día, todos somos un poco Señores Amnésicos y Señoras Memorias, buscando respuestas en un mundo donde los nombres se desvanecen como humo en el viento.

ADRIÁN BERITOGNOLO

Taller Escribir para Perdurar

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