LA MISMA COSA
Orillando una orfandad manifiesta, nutrida de matones y partusas, brotan de entre las sombras dos figuras: ella, subida con desparpajo a tacones altos y él, impertérrito, camisa a rayas, polainas blancas, chambergo negro. A escasos metros seguían rondándose; distraídos, pero al acecho, disimulando, pero atentos. Aunque cercanos no se animaban al abordaje de fuegos fatuos.
Fue tu llegada, bandoneón, fue tu llegada, marcando improntas de dos por cuatro. Apareciste de repente, así, como un silbido lanzado desde una gárgola, como el próximo apareamiento de dos halcones peregrinos, como una nostálgica ternura amordazada proveniente del pasado, como un zarpazo desgarrando la piel ensangrentada de gozo. Aquella pluma por la espalda o daga, vértigo inefable, qué más da, arrastrando un alarido largo, que se desplaza lenta pero inexorablemente, por los intersticios de nuestras sensaciones, abarcándolas todas al unísono, convirtiendo nuestra osamenta en un madero a la deriva, que naufragó hace tiempo y allá lejos por algún recodo de aquél Buenos Aires del 900.
No hay ningún lugar en la tierra, ninguno, donde ese lamento hecho sonido pueda trascender tanto como allí, con resabios de un dulzor amargo, con tactos de milonga y olfato a madreselvas. Con esa atávica heredad de los suburbios, con el perpetuo vibrar entre la trocha del desamparo y la ternura al rescoldo.
Buenos Aires de esquinas míticas y grises arrabales, de inmigrantes ansiosos y parlanchines, de Américas conquistadas y por conquistar, de papusas baratas y Discepolín. Bandoneón de Corrientes y Esmeralda y marchitas flores de Plaza San Martín junto a sus héroes. De Toddy en La Martona y pizza en las Cuartetas. Buenos Aires de activas alcobas en la madrugada, de las minas “posta” y de las otras, de garúas finitas caladoras de huesos por Balvanera. Bandoneón de farol y percanta en una esquina, empapelada de entreveros armados sin premeditación. De jugarse la vida, por si acaso.
Bandoneón y Buenos Aires parecen la misma cosa. Lo son. No se puede pensar a Buenos Aires si no es con la punta del pie dibujando un círculo acompasado, a ritmo, a sentimiento puro, a latigazo, a erotizado tango, temblando el bandoneón a cada paso. Palpitando la piel entre sus brazos. Con tus notas que se desplazan por la melodía como el filo del patín desgarrando el hielo, como el bisturí de un cirujano abriendo cavidades, como un silente sonido de ultratumbas, enjambre cadencioso ametrallando los sentidos, igual que un manifiesto de lágrimas globales.
Armisticio de fuga en armonioso acorde. Perfume a barrio de cuchillo y trifulca, con su complot de linajes, de estirpes desteñidas por el tiempo, de lenguas confusas y atravesadas, entre polcas, jotas y panderetas, de pasiones atascadas en la marisma de los celos, con desgarro de fe montando furias y catreras llenas de soledad y olvido.
Faltabas vos, con el yugo estremecedor y sumiso de tu danza sugestiva, para producir el inevitable acercamiento de ésos dos que dejaron de jugar a las escondidas para fusionar el disimulo y la atracción en un entrevero incandescente.
Bandoneón, pasadizo secreto hacia una octava superior del alma. Alarido de entraña, como navaja inquieta cebada en sangre. Mercader del sonido chamullero de fondas que chantajea por lo bajo al corazón.
No se puede pensar a un bandoneón sin naufragar por las baldosas flojas de San Telmo sin andar por la rivera del Riachuelo o por Belgrano en la esquina de Cabildo y Juramento.
Buenos Aires preñada de inmigrantes, de esperanza a futuro,” de tango inminente.” Segunda Patria que mató el hambre de atroces guerras, dando cobijo, trabajo y pan para quien quiera. Ella te parió por los suburbios, ella te amamantó por las orillas y te largó al ruedo, de pantalones largos en el Centro. Donde te vistió de alcurnias inventadas , donde te consagró para la posteridad, que en nuestros días renueva la apuesta de aquellos guapos, que sorbieron, al compás de tu cadencia, la herida abierta de muchos desencantos.
Siento la piel que grita en barricadas, que se rebela cuando no te escuchan, que entra por mis oídos tu proclama de misterios ocultos y grieta a la intemperie.
Y así te siento, como el recorrido de un diligente subte en las arterias, que va de este a oeste y de norte a sur por el exilio de mi nostalgia.
Sos bandoneón, un himno a Buenos Aires y Buenos Aires es, sin duda, tu eterna residencia, tu pasaporte, tu genuina identidad.
Alicia Yáñez
Taller SENTIRES