Cepram

DRAMA EN TIEMPO DE COMEDIA

Ella era una especie de doble Tía: Cuevas de Cuevas, casada con un hermano de papá, y prima de ambos. Resulta que el bisabuelo había venido con sus 10 hijos desde su Galicia natal, y del revoltijo que se armó con el tiempo entre primos, estos dos parece que se enamoraron, en contra de la mirada áspera y condenatoria de la abuela, la piamontesa que no sabía italiano, pero sí, francés, porque de chiquita se habían mudado del otro lado de la frontera a pocos kilómetros. Ella no quería saber nada con esa relación de su hijo Carlos con la prima en cuestión. Son de temer esos entretejidos, por los cruces peligrosos de la sangre, donde se forma una maraña y embrollo, un enredo de menjunjes que da a un amasijo de unos bichitos pequeños que relucen en un surtido de mala calaña donde hacen un desbarajuste tal que Dios nos libre y nos guarde, decía académicamente. –

La cuestión es que el tío Carlos y la tía China, obedientes y respetuosos de la palabra materna, se resignaron a vivir de “novios” durante más de 40 años. En la familia se rumoreaba que eran algo más que novios… “amantes” decía otra tía que siempre metía la pata por hablar de más, mientras su marido, por lo bajo, la llamaba a silencio. En realidad, nunca fueron demasiado pacatos. Eran católicos, pero no fanáticos. El tío Carlos, pasaba mucho tiempo en la casa de la prima jugando al dominó, del que era Campeón Argentino. El y ella con más de sesenta años, jubilados ambos, y ya sin ninguna posibilidad de procrear se veían todos los días, hasta que una noche, la abuela, saliendo del baño al que había ido para hacer aguas, se cruza en el pasillo en penumbras con su hijo, que entraba de puntillas con los zapatos en la mano a las tres de la mañana.

– Oye, por qué no te casas, hijo, de una buena vez sin hacer estas paparruchadas. – dijo-tirando del camisón que se había atascado en las nalgas. El caso es que, sin desperdiciar el salvoconducto materno, se casaron en un pif-paf y vivieron cuatro años muy felices. Hasta que unas vacaciones, volviendo de Mar del Plata en el coche de un matrimonio amigo, no va que al conductor le da un patatús y chocan justo en el Puente Avellaneda. provocando un accidente múltiple.  Rumbo al Argerich ya se habían muertos dos, la pareja de amigos. Y como la tía China estaba tan pero tan mal, los médicos se abocaron a salvar al tío que parecía que tenía mejores posibilidades de esquivar a la parca. Pero, pese a todo el esfuerzo no lo lograron. Fue entonces que corrieron la cortina del box para ver qué podían hacer con ella. El caso, para simplificar, es que era una bolsa de huesos rotos: de piernas, brazos, clavículas, costillas y una conmoción cerebral por la que le sacaron la mitad del hueso frontal, y ella se esmeraba en tapar el cuenco que había quedado con una regia y aparatosa onda de pelo que sujetaba con un ganchito y mucho spray. Estuvo más de cinco meses en un coma profundo, cuando ya la creían perdida y andaban consultando funerarias buscando precio: ¡Despertó! 

 La familia se organizó rápidamente para que hubiera siempre un Cuevas presente en el almuerzo y cena. Pasados unos días sucedió la primera conmoción familiar: la tía China pidió los dientes postizos. La policía solo había entregado a la familia en una bolsa cuatro dentaduras postizas, es decir ocho, cuatro de arriba y cuatro de abajo como así también. ocho pares de lentes. Los de cerca y los de lejos. Cundió el pánico general, se reunieron de apuro en el departamento del tío al que le habían entregado la bolsa, convocados en llevar todas las fotos que tuvieran de la tía China sonriendo.

El caso es que aún nadie se atrevía a informarle que su marido había muerto. Se la pasaron deliberando hasta altas horas y al fin decidieron que la tía Julia, a la que le tocaba ir al día siguiente, probaría primero con las dos candidatas elegidas. No hubo mucha suerte y recién en la tercera probada acertó. La familia estaba contenta por la rápida recuperación de la tía, que había pasado tres años internada en el Centro Gallego, con más de 17 operaciones en su haber y una pierna más corta como en 10 cm. Hasta que un día después de comer una insípida albóndiga con puré de zapallo, dijo: – Alcánzame los lentes y el diario. Los ojos del tío Albino se petrificaron, se agachó frente a la mesita de luz disimulando guardar algo: – ¿Y para qué los quieres ahora si el diariero ya pasó? – – ¡Para verte mejor! – contestó la tía. -China, por favor, que pareces el lobo de Caperucita, – dijo el tío riendo. A toda velocidad se juntaron esa noche en el cuartel general desparramando en silencio todas las fotos de China con lentes. Encomendados a Dios, todos los ojos repasaron foto por foto, hasta que el tío levantó lentamente una, se puso los anteojos y apuntando a la lámpara con la mano derecha, mientras que con la izquierda tomaba un par de lentes de la mesa diciendo: – ¡Este sí, y no se equivocaba!

Después pasaron muchas cosas y muchos años, pero eso; eso da para otro cuento…y largo.  

Sobre el cuento de Ángeles Mastreta: “ La Tía Daniela”

ALICIA YÁÑEZ        

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