Cepram

MARIA PAZ

Se asoma por la puerta de su casita de madera que tiene recortado un
corazón que le da marco a esa instantánea. En su carita graciosa
campea la sonrisa de mi hijo.

 Ubicada en un costado del parque, se recorta el chalecito con su
techo a dos aguas. Una corona de novia y un laurel le dan sombra en
verano. El verde que la rodea la enmarca y la hace más linda.

Un mundo con tacitas de plástico rosa, cocina con ollitas y repisas
con muñecas. Las sillas pequeñas con su mesa invitan a entrar y
visitarla, hay que agacharse, eso sí.

Cierra la puerta y se sumerge en el reino de los cuentos. Sus amigas
entran de vez en cuando y se las ve a través de las ventanas cocinando
y charlando. Las horas parecieran no contar.

A veces se sienta en la mini galería con su acordeón de colores y toca
“Estrellita” o el Feliz cumpleaños. Es tan acogedora la magia de ese
hogar en miniatura, que los pájaros hacen nido en su techo.

Sus hermanos mayores, María y Tomás, la acompañan a veces en los juegos
y le abren camino a nuevos juegos y alegrías, preparan bailes y obras
de teatro que filman y divierten a toda la familia. Pachita se presta
gustosa.

Esos momentos vividos en su pequeño refugio quedarán para siempre en
un rincón del corazón como una bella etapa de su vida.

Los hijos y los nietos son bendiciones de Dios.

Un regalo maravilloso que nos alegra el alma y da sentido a nuestras vidas.

INÉS MCKENA

Taller Escribir para Perdurar

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